La presencia de arte contemporáneo español en el extraordinario legado cultural que atesoran las Colecciones Reales muestra la voluntad de vincular pasado y presente, evidenciando que este magnífico fondo artístico no es algo concluso, sino que se trata de un patrimonio vivo, atento a la creación artística de nuestro país, tal como sucedió durante las centurias precedentes.
La escena recuerda las representaciones del paraíso terrenal, que presentan también una fuente en su centro y gran variedad de flores y frutos, con el Árbol del Conocimiento en el centro. También puede recordar, por su carácter mediterráneo y la perfección y el brillo de los frutos, al Jardín de las Hespérides, como el propio artista ha sugerido, aunque el color de estos y las flores de azahar que lo rodean indican que no se trata de manzanas, sino de naranjas, fruto levantino, y español, por excelencia. En algunas representaciones del Árbol del Conocimiento las naranjas sustituían a las manzanas. Se trata, en todo caso, de un locus amoenus de un huerto no cerrado, sino con su cancela abierta al fondo. Las vallas, más que un obstáculo, suponen, con sus perfectos rectángulos, circundados por setos de la misma altura, una delimitación racional del espacio de modo que todo el ámbito sugiere al fin una idea del jardín de España, ordenado por la Constitución.
Eduardo Arroyo, en "EL BAILE" ha sido al relato pictórico; así ha utilizado símbolos, citas, etiquetas y cantidad de figuras para contar lo que pasa o incluso para titular la realidad: “mi decisión irrevocable de convertirme en pintor de Historia o de historias en plural. Eduardo Arroyo es un creador consciente de que lo que más le ha influido ha sido la propia vida: “Las imágenes de la calle forman buena parte de la vida ya que actúan como un muestrario, son un catálogo de muestras y yo trato de servirme de él”.
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